Autorretrato


En que consiste mi autorretrato…


Para el autofotoretrato, pensé en lo que se nos transmitió en clase: que hablara de nosotros mismos.
Y que mejor manera que contar momentos de mi vida, que ya he pasado y que espero que pasen.

No me venían ideas, mi mente estaba a otras cosas. Fui a la cocina, y me puse a cocinar. Pensé que era una buena opción para desconectar y entre macarrones, carne picada, orégano, tomate…vino la inspiración.

Tenía claro que no quería recurrir a un montaje de una foto en grande con más fotos pequeñas al lado, porque pensé que lo haría más gente. Pero por otro, tenía miedo de hacer algo que no se entendiera o que no fuese creativo.

En las estanterías de la cocina, a la hora de coger los ingredientes, observé que mi compañera de piso tenía decenas de botes de cristal grandes, los típicos donde se guarda el café, pasta, harina…

Pensé que sería interesante poder meter en un frasco etapas de mi vida, hacer una especie de teatrillo en cada uno, simbolizando el momento desde que era un bebé hasta el momento de verme como un anciano. Pretendía meter algo tan mágico, como son escenas que me representan en un frasco cerrado, sin dejar escapar nada de lo que he vivido y encerrando sueños que todavía están por cumplirse.

Quería  una composición que englobara los aspectos principales de mi vida. Eso era algo muy difícil de hacer de forma figurativa, la verdad, y lo más importante era transmitir lo que quería simbolizar  y que no pareciese un trabajo de parvulario. 

Decidí recrear mi vida: desde el momento que fui un bebe, pasando por la adolescencia (representándola a través de una playa, un lugar muy importante para mí), la universidad(etapa en la que estoy ahora), mi futuro trabajo (en lo que me gustaría trabajar al finalizar mis estudios) y la vejez (que sería la última parada de mi vida, junto a mis abuelos).





Parada. Con esa palabra, es en la que comienzo a decidir de una vez por todas en que consistiría mi autorretrato. Me gustaba la idea de que en cada bote, simbolizara a modo de escenario con su monigote en medio, una etapa de mi vida. He aquí otro guiño al teatro, por el que sufro debilidad y que me apasiona desde muy jovencito. En parte también estoy imaginando y adelantándome a mi futuro, aquellas cosas que están por llegar a mi vida.



Y pensé que podía hacer una especie de tren, en donde cada bote figurara un vagón. Así que me puse manos a la obra y con un tiesto alargado hice la base de mi tren y debajo le anclé unas ruedas hechas con poliespan. Ahora solo faltaba llenar de vida cada bote y tras varias tardes, con delicadeza y paciencia, puse fotos de fondo, objetos artesanales para dar mayor realismo a la escena que quería representar y  monigotes con mi cara, a cada vagón de mi vida. Ahora sólo faltaba el motor, la fuerza que impulsaría mi tren. Y que mejor, que ponerme a mi mismo al frente, tirando de unas cuerdas y llevando las riendas de mi vida.

Veamos cada vagón del Tren de Mi Vida:


1.  Primer vagón: Nacimiento, vida


2.  Segundo Vagón: Adolescencia


3.  Tercer Vagón: Universidad


4.  Cuarto Vagón: Trabajo 


5.  Último vagón: Vejez



Alegoría del Tren de mi vida

Un ticket. Un solo ticket de ida, sin vuelta, sin destino, ni trayecto programado. Un pasaje hacia lo desconocido.
Así, entusiasmado, puntual, nervioso, vital, me encuentro a la hora prevista mi tren, el tren de mi vida.

Es precioso, sus cimientos están hechos con fuertes ruedas que son capaces de soportar hasta el trayecto mas largo. Sus vagones, simbolizados con unos botes de cristal de lo más resistentes. A través de cada ventana, un paisaje le da sentido a mi vida, mientras yo estoy sentado en el centro del mismo.
Abro una de las puertezuelas, subo, me siento y me doy cuenta de que está todo diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo de las piernas, el ancho del asiento, altura del techo… todo calculado en cada vagón para cada etapa de mi vida. Todo es cómodo y hay lugar para muchas personas. Todas aquellas que me aporten algo, que me ayuden a crecer y me proporcionen su amistad, amor, cariño…para seguir con fuerza este viaje.

Y me doy cuenta de que está repleto de espacios, de todos los tamaños y formas para guardar todo lo que en el camino considere digno de seguir conmigo. Entonces miro por la ventana y veo unas cuerdas  que están amarradas por una persona que esta de espaldas. Sus ruedas son grandes, llegaría a decir que enormes, que soportan una armazón metálico, negro y rojo en su conjunto, que le dan robustez, pero con ciertos detalles elegantes.
Es una locomotora capaz de subir hasta la montaña más empinada y de atravesar las situaciones más complicadas del viaje. Y toda está maquinaria esta dirigida por su propio conductor, joven, pero hábil en aprender sobre la marcha.
Entonces siento que estoy preparado para disfrutar verdaderamente del regalo que me han hecho.
Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y veo cómo comenzamos la marcha, donde el maquinista controla la situación, decide la velocidad y elige la mejor ruta.
Yo… Yo disfruto del viaje. Pero a su vez, soy el que lleva las cuerdas y las riendas de mi vida.

Esta alegoría nos sirve para entender el concepto de nuestro propio ser.
Hemos nacido, salido de nuestra casa y nos hemos encontrado con un regalo, nuestro cuerpo. Unos vagones diseñados especialmente para cada uno de nosotros, capaces de adaptarse a los cambios con el paso del tiempo.
Al poco de nacer, nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un requerimiento instintivo, y se movió. Estos vagones –el cuerpo- no servirían para nada si no tuviese un motor; este representa los deseos, las necesidades, las pulsiones y los afectos.

Todo irá bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos cuenta que estos deseos nos pueden llevar por caminos arriesgados si no tenemos la figura del maquinista: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra capacidad de pensar racionalmente.
Cada uno de nosotros somos las tres figuras que aparecen. Somos los vagones, el motor y el maquinista durante todo el camino, que es nuestra propia vida.

Debes construir una armonía con todas las partes, y una vez incorpores esto, que eres tu cuerpo, tu cabeza, tus sensaciones y emociones, tus reflexiones y tu mente pensante... cuando llegue ese momento, sólo entonces, estas en condiciones de empezar, equipado, el viaje hacia donde tu decidas.

Nuestra vida es como un viaje en tren, llena de embarques, de desembarques, de pequeños accidentes en el camino, de sorpresas agradables y algún que otro embarque triste.
Cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos personas queridas que nos hacen conocer el viaje hasta el fin: nuestros padres. Lamentablemente, ellos, se bajan en alguna estación pero siempre están ahí para lo que necesites. Y nosotros continuamos viajando. 

Durante la larga travesía conocemos otras interesantes personas que suben al tren: nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros amores. Muchos de ellos sólo realizan un corto paseo, otros permanecen siempre a nuestro lado, compartiendo las alegrías y las tristezas. 

El viaje es así, lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, llegadas y partidas. Sabemos que este tren sólo realiza un viaje, el de ida. Tratemos, entonces de viajar de la mejor manera posible, intentando tener una buena relación con todos los pasajeros, procurando atender lo mejor posible a las necesidades de cada uno de ellos, recordando siempre que, en algún momento del viaje nosotros mismos podemos perder las fuerzas y necesitar que alguien nos entienda y nos ayude. El gran misterio de este viaje, es que no sabemos en que estación nos toca descender a nosotros.


Desembarcar del tren no es sólo una representación de la muerte o el término de la historia de un proyecto, realizado por una persona, sino un momento de reflexión, para analizar toda nuestra vida y valorar lo realizado en cada trayecto.


 
Powered by Blogger